martes, 26 de junio de 2007

Madre Tierra



Desde los cumbres riscosas
miro esta tierra fecunda y soberana,
dónde crecieron y murieron mis ancestros.
El viento me trae historias pasadas,
la leyenda de la paloma, el águila y el ciervo.

Ríos de aguas cristalinas
la cruzan cual arterias de vida.
Peces de plata con ojos de rubí
nos cuentan de mares lejanos,
de otras razas, de otras creencias.

Los árboles nos hablan.
La selva nos abraza.
El puma es nuestro compañero.

Las aves cantan sus migraciones,
las estaciones las marcan,
el cielo se tiñe de diferentes tonalidades
para señalar sus rumbos aéreos,
pero siempre regresan,
mientras el cóndor vigila desde lo alto
brindándonos su grandeza.

Nada podrá hollar la pisada
que los dioses dejaron en esta madre nuestra.

Madre Tierra......

No habrá dinero que pague el tenerte.
No habrá precio por el que te entreguemos.
No podrá el hombre blanco desterrarnos,
porque aquí nacimos, aquí creamos nuestra estirpe
orgullosa de ti, cuidadosa de tu vientre.
y aquí de pie, cara al viento.....
moriremos.

María Magdalena Gabetta

Pintura: “Pueblos y Cholas” del Pintor Aymara Boliviano Roberto Mamani Mamani.

lunes, 25 de junio de 2007

¡¡¡Bésame!!!


¡¡¡Bésame!!!
Pero no con esa fuerza que
impele tu hombría.
Bésame como la caricia
que despliega un sueño.
Bésame con la ternura
que añora mi fantasía.

Bésame,
aunque tus labios
no me besen.
Aunque estemos lejos,
eso no importa,
yo atesoraré como real tu beso
y nacerán en mi vientre
las mismas mariposas,
que alocadas aletean,
por un beso cierto.

¡¡¡Bésame!!!
Acaricia mi alma,
con ese suspiro compartido,
con esa ansiedad de tenernos
aunque no nos tengamos
Bésame, que no hay,
ni existe nada más bello,
que la caricia arrebatadora
de un beso.

Bésame,
hombre y mujer compartiendo vida,
deja que mi esencia
sea una con tu esencia.
Soñemos juntos que nos besamos,
porque amado mío, sin besos
no sería vida,
esta vida.

¡¡¡Bésame!!!
Derroca distancias,
conquista dulzuras,
que aquí te espera esta boca mía
para hacerse dueña por un infinito instante,
¿soñado?
¿deseado?
de la suave caricia de tus besos.


María Magdalena Gabetta


Pintura: "Homenaje a Gustav Klimt" de la Pintora Argentina Delia Goldadler Joison

viernes, 22 de junio de 2007

El Búho




El búho impávido me observa,
con sus fríos ojos convexos
de hipnótica mirada,
apeteciendo mi carne,
esperando desgarrar mis entrañas.
Oleadas de gomosa humedad
se filtran por mis poros,
minúsculos componentes de neblina
espesa que me ciñe entera.
Mis ojos se agotan en el esfuerzo
que demanda mirar el futuro.
Negros nubarrones marcan
un horizonte de arenas movedizas,
dónde mis pies se hunden sin remedio.
Mientras el búho permanece impávido
con sus plumas alzadas,
esperando,
augurando condenas con su canto.
Sobre una lápida una margarita
seca sus pétalos en el olvido
y la sombra del presente
se convierte en pasado
tras las negras tumbas
Reconozco los nombres
de antiguos augures de mi historia
mientras escarpo las ríspidas cumbres
de los desafíos perdidos.
A mi lado se desplazan
en rasgadas mortajas
los sueños que murieron
mientras el búho desgarra mi carne
en íntima complicidad con el averno


María Magdalena Gabetta
Pintura: "Buho en rama" de la Pintora Argentina, Norma Zaro

lunes, 18 de junio de 2007

El Violinista





Enfundado en su elegante traje e iluminado por una suave luz que parece emanar de él, firmemente parado frente a un público silencioso y expectante; el hombre toma entre sus manos con infinito amor el preciado instrumento y en un instante comienza el milagro esperado.

La música del violín se eleva grandiosa y el aire parece estremecerse por un segundo, para luego acoplarse a la melodía, volviéndose dulce, tormentoso, alegre, triste, embriagador; a medida que la magia de los pentagramas se devela. El alma del violinista se descarga como una lluvia de colores por las finas y tensas cuerdas y atraviesa cual saeta las otras almas que escuchan subyugadas.

El artista crece suspendido sobre el resto de los mortales que ocupan la lujosa sala y su apasionado rostro descansa entre acariciante y posesivo contra el instrumento en una simbiosis perfecta, creando una figura grandiosa, una deidad mitológica.

En un rincón del amplio cortinado, oculta a la vista de todos, una mujer con lágrimas en los ojos escucha extasiada; el corazón sangrante por el dolor que produce en ella esa comunión total, de la cual se siente sólo una espectadora más.

La música invade armónica y majestuosa todo el lugar, convirtién-dose en una ola que derrumba paredes, mármoles y cristales hasta llegar al éter infinito, donde seguramente deleita oídos celestiales.

En el mismo instante en que el desgarrador sonido del violín anticipa la dolorosa separación de los amantes, la joven se desliza hacia el exterior del gran teatro, mientras a sus espaldas, el público explota en gritos y aplausos.

Con los ojos anegados totalmente por el llanto, se encamina lentamente hacia las sombras del pasado del genial hombre, para perderse para siempre entre ellas. No puede competir con semejante amante.

María Magdalena Gabetta




Pintura: " El violinista", del Pintor Argentino, Camilo Lucarini

domingo, 17 de junio de 2007

Mi Ángel






"Yo necesito a mi ángel
y mi ángel me necesita,
no soy sin él y él no es sin mí.
vivimos uno y otro para pertenecernos,
mi ángel y yo”

Veo su figura recostada
a los pies de mi cama,
levemente inclinada.
La cabellera casi blanca.
La mirada perdida en el espacio.
Mi ángel medita,
piensa en su vida de ángel,
en sus sueños de ángel,
en su mandato divino,
y yo,
lo observo.

Él apenas me mira,
pero sé que sabe que lo veo.
Sus alas se ven plegadas
pero su corazón vuela
y mi corazón,
polizón de ángeles,
vuela con él.

Un rayo lo ilumina
Permanentemente,
percibo el palpitar de sus pestañas
la emoción que el rictus de su boca marca
cuando la música lo atraviesa.
Música de músicas.
Coros de coros,
Sinfonía angelical que lo rodea.

Mi ángel me cuida,
duerme a los pies de mi cama,
alas plegadas,
corazón de dulzuras.
Mi ángel de su enfermedad de amor,
me contagia.
Él me da ese calor que la humanidad
me niega.
Mi ángel me necesita para existir,
y yo,
lo necesito de igual manera.

María Magdalena Gabetta


Pintura: "El Amparo del Ángel" de la Pintora Argentina, Delia Goldadler Joison

martes, 5 de junio de 2007

El que es hijo del verde




Entre verdes matices
tu cuerpo desnudo,
nace de la espesura,
con la fuerza arrolladora
que natura otorga a sus hijos dilectos,
tensando tus músculos
y forjando tu simiente.

Hijo del Verde
habitante de selvas y bosques,
mente y cuerpo de labriego,
despiertas a la vida
atrapando el infinito
en ráfagas de colorido,
fuerza y equilibrio.

Sientes en tu sangre
el clamor ancestral de la naturaleza
que te incubó en su seno.
Antiguas leyendas hablan de ti,
Alabanzas a tu nombre
se esparcen impulsadas por el viento,
y las manos de antiguos dioses
te colman de dones
para que hagas uso de ellos.

Te parió la madre tierra,
fertilizar es tu mandato
devolviendo vida con vida
impulsando la rueda de la fecundidad
en este equilibrio universal
que nos rodea.

María Magdalena Gabetta


Pintura "El que es hijo del verde", del Pintor Riotercerense, Sergio Daniel Blatto

viernes, 1 de junio de 2007

Princesa


No nací en Río Tercero, mi primer suspiro en este mundo fue en otra ciudad del sur de esta hermosísima provincia de Córdoba, en Argentina, un pueblito con veleidades de ciudad en realidad, se llama Canals, pero, siempre me sentí Ríotercerense, será quizás por ese famoso dicho de que no es madre quien te tiene sino quien te cría.
LLegué aquí a los diez años, quizás un poco triste porque mi mundo cambiaba, mi escuela, mis amigas, pero me ocurrió algo maravilloso, me enamoré, sí, me enamoré de Río Tercero y es un amor que lleva ya cuarenta y ocho años de mi vida.
Hemos pasado juntas muchas cosas, muchísimas, las mejores y las peores y aquí seguramente quedarán mis huesos o mis cenizas.
A veces me da un poquito de nostalgia esa otra ciudad que dejé allí a lo lejos, también tierra de fortines y de indios, su recuerdo no me abandonará mientras viva, parece mentira pero lo que más recuerdo son sus aromas ¿recordar un aroma? pues sí, el aroma a pueblo chico, un aroma que envasé y destapo a veces y les aseguro que es muy rico. También recuerdo los días de lluvia y los barquitos de papel viajando por mundos de ilusión y alcantarillas, recuerdo la plaza con sus preciosas flores y las mandarinas que robábamos con mis amigos, trepados a un árbol en el patio de una vecina que, seguramente, nos miraba sonriendo desde su cálida cocina. Recuerdo la escuela de Monjas y luego el "Fiscal" que era la escuela estatal, porque las monjas decían que yo era demasiado traviesa y les revolucionaba el grado, así que en mi tercer grado crucé la calle y entré a la "Fiscal" a atormentar otras maestras.
Recuerdo muchas cosas de mi otra ciudad, pero hoy otra vez le escribo a mi amor, a mi princesa, a Río Tercero.




Altiva princesa del Río Ctalamochita,
Hija dilecta, sueño de pioneros
que te llamaron “Media Luna”,
hoy te llamas Río Tercero.

Aroma a jazmines en el aire,
azules jacarandas te abanican,
juglares cantan tu historia
de indios y hombres bravíos
cofre de mis recuerdos
mi terruño tan querido.

Tierra mía,
seras ejemplo en la historia
por tanto que tú has sufrido
aquel día tres de noviembre
fuiste víctima y testigo,
de la iniquidad humana,
mi Río Tercero querido.

Los gritos de los que murieron
en ese día fatídico
resuenan aún en los cerros
en los campos y en el río.
Pero ten seguro Princesa
no pasarán al olvido
porque la ignominia del hombre
no ha podido abatirnos.

Te conocí antaño,
joven ciudad provinciana,
calles de tierra, casas chatas,
grandes baldíos,
despreocupada juventud,
entrañables amigos.

Te sufrí,
apenas ayer,
un tres de noviembre,
explosiones, lluvia de muerte,
horror, llanto, destrucción,
la sangre de los inocentes
tiñendo de rojo el río
testigo de tu dolor.

Te vivo hoy,
herida pero no vencida,
Princesa de tierras indias,
emergiendo aún más fuerte,
enfrentando la ignominia,
con sentido de progreso,
integridad y justicia.

María Magdalena Gabetta

Aclaración:
La palabra Ctalamochita parece ser la mezcla de un vocablo indígena: ctala o tala = árbol importante, y una palabra castellana deformada. Si tal etimología es la cierta, Ctalamochita (y Calamuchita), significaría : (zona de) "muchos árboles", en referencia a la cuenca alta del Río Tercero.
Pintura: "De india a flor de ceibo", de la Pintora Riotercerence Raquel Piedrabuena
La Flor de Ceibo es la Flor Nacional Argentina