domingo, 31 de agosto de 2008

La Calle de los Tilos


Cada vez que asomo mi cabeza
a esta urbe de abandonados,
desposeídos del amor,
en la que ruedo mis días,
asumo mi careta de payaso,
demostrando a los que manipulan
las marionetas
mi calidad de decadente autómata,
sin atisbos de memoria,
gusano entre gusanos.

Cuando enfilo por la calle de los tilos,
el viento me tiende una trampa
invadiéndome con un aroma dulzón e insolente,
provocándome huir de mi mecánica vida,
haciendo saltar la púa de mi disco programado,
enfrentándome sin piedad al pensamiento,
ése que evito a diario,
ése que trae aparejado tu perfume.

Porque esta calle me recuerda,
que estás a la deriva de mis pechos,
alejado de su diáfana tersura .
que ya la curva de mi vientre
no se estremece al roce de tus manos,
ni mi boca se vuelve fresa jugosa
entre tu lengua y tu boca.
Porque debo aceptarme
abandonada muñeca de trapo.
oxidada autómata,
fantasmal sobreviviente de tu abandono,
gusano entre gusanos


María Magdalena Gabetta


Pintura: "El Tilo" del Pintor Español, Feliciano Moya.
¡Gracias Feliciano por haber pintado este Tilo para mi poesía!
Y aquí subo el texto que mi amigo Jardinero de las Nubes escribió sobre esta poesía, el bello cuadro de Feliciano y su participación en toda esta historia que desencadené en la búsqueda de un tilo. ¡Gracias Jardinero!



El tilo de Magdalena

En varios de aquellos incontables paseos de juventud a la Higuera, solía regresar al pueblo siguiendo el cauce del antiguo arroyo. Ya no brillaba en su álveo el agua que referían las lavanderas de los años cincuenta, pero me era grato imaginar cómo el caudal debió de arrastrarse impetuoso sobre su lecho de arena. Era un camino solitario, y en soledad lo emprendía en los días de mi ya apartada mocedad.

Ya cerca del pueblo, bajo el vuelo en espiral de la cigüeña, se recortaba un árbol majestuoso por la orilla derecha, en lo que es hoy la huerta de Frutos. Más de una vez, movido por el dolor que me causaba la soledad, me acercaba a contemplarlo. Se trataba de un hermoso tilo. Sus hojas eran luz inflamada y verdor de ojos de muchacha; su corteza tenía el tono plateado de las montañas en la lejanía.

Cierto día otoñal de nubes de color de pizarra, me cayó un chubasco de padre y muy señor mío. La cigüeña huyó al campanario de la Ermita, y yo corrí a refugiarme bajo la copa del tilo. Malos vientos enfurecían su frondoso y ya descolorido follaje, y yo, buscando una mejor postura de cobijo, me abracé a su tronco. Apoyé también mi cabeza, y no sé por qué el corazón me arrancó a latir de tristeza contenida. Mis brazos estrecharon aún más el tronco, y, por encima del estrépito del aguacero, me pareció escuchar voces de consuelo procedentes del mismo árbol. Cerré mis ojos y me entregué a esa extraña corriente de amor vegetal. La lluvia cesó al cabo de un rato. Yo regresé al pueblo, con la certeza de haber aprendido algo muy importante. No sería la última vez que me abrazara a un árbol a lo largo de mi vida, aun a riesgo de parecer más descabalado de lo que ya me consideraban quienes me conocían (o mejor dicho, me desconocían).

Pues bien, los años pasaron, y la insigne poetisa argentina María Magdalena Gabetta, me preguntó si el pintor Feliciano Moya, nuestro gran amigo, no tendría un cuadro de un tilo. Ella había escrito un maravilloso poema titulado "La calle de los tilos", y en su blog gusta de decorar sus creaciones con obras de grandes pintores contemporáneos. Quedé con ella en preguntarle a Feliciano, vía correo electrónico.

Feliciano, aunque no conoce mi identidad, me profesa un gran afecto, que es totalmente recíproco por mi parte. Me respondió que no le constaba que en su repertorio tuviera alguna pintura de tilos, pero eso no representaba ningún problema, pues por complacer a nuestra común amiga estaba dispuesto a pintarle un tilo.

A este tenor, me preguntó si yo conocía el emplazamiento de algún tilo en las cercanías del pueblo, pues su vista le era necesaria para inspirarse. Entonces me acudió a la mente el recuerdo de mis paseos solitarios, y le indiqué a Feliciano la ubicación del tilo que una vez me protegiera de la lluvia otoñal.

Feliciano se encaminó a la huerta de Frutos, acompañado de Santiago Ciudad, todo un enamorado de los árboles. Feliciano me contó el placer que le produjo a Santiago la contemplación del tilo. Pasaron un rato agradable, pues el árbol tenía las hojas, con forma de corazón y los bordes aserrados, en todo su esplendor veraniego, y ya soltaba al aire las hojitas amarillas llamadas "brácteas", que sirven para hacer la conocida infusión de propiedades calmantes.

Una vez Feliciano hubo observado el árbol a su conveniencia, regresó al pueblo junto con Santiago.

El sábado 30 de agosto de 2008, me envía un correo electrónico, avisándome que se iba a poner a trabajar en el cuadro del tilo. Y hoy, apenas pasadas 24 horas, Magdalena ya tiene una bella ilustración para su poema. ¿Quieren verla? Aquí les facilito el enlace:

http://magdalenagabetta.blogspot.com/2008/08/la-calle-de-los-tilos.html

Les pareció preciosa, ¿verdad?

Gracias te sean dadas, Dios amado, por los amigos que me has dado, pues viven con los pies lejos del suelo y hacen que los sueños tengan cada vez más hermosura.

Así da gusto ejercer la jardinería de las nubes.

El jardinero de las nubes.

jueves, 7 de agosto de 2008

Mujer de Piedra



Despliégate mujer de tu letargo,
colma del elíxir del amor
ese cántaro vacío
en que te has convertido,
al secarse tu interior
arrasado por los desengaños.

Romperá el certero rayo
la dureza de la piedra
permitiendo fluir las aguas
que impregnarán tu ser,
devolviendo fuerza a tu carne
despertando tus sentidos
empapándote, iluminándote,
con ese brillo que brinda
el manantial.

Busca en la piedra partida
el agua de los dioses,
llena tu cántaro,
que reverdezcan otras vez
tus sembradíos íntimos
permitiendo que el sol de la ilusión
te recubra íntegra.

Descubre que aún puedes amar,
que aún puedes sonreír,
al recibir ese don que te fue vedado,
dejando atrás,
la seca mujer de piedra,
para despertar,
en mujer pletórica de vida.

María Magdalena Gabetta


Pintura: "Flores de Piedra" de la pintora Argentina Lidia Susana Kalibatas

sábado, 2 de agosto de 2008

Deseo de Agua



Me deslizo desnuda y laxa
flotando en el oleaje de tus deseos,
inundándome de tu esencia,
impregnándome de sensual
entrega.


He regresado
a buscarte en este remanso
orlado de belleza,
en que la madurez de tu sentir
me habita.
Descubriendo que en la fuente
de tu amor,
renazco.

Tu cuerpo,
es el río en que me baño,
cada día.
Es el manantial en que mi boca
se refresca.
Es la dulce humedad, en que mi goce
se sublima.

Me siento integrada a ti,
mis cabellos sobre tu hombro,
mi cuerpo contra tu cuerpo,
naturaleza al galope,
amores verdaderos.

Ámame,
despliega tu hombría en mi interior,
Ocúpame,
deslizaste en mí.
Esclavízame,
que no hay esclavitud más deliciosa.

Me deslizo en tus brazos,
sensual y subyugada.
Recibe mi deseo de agua,
bendita agua en que me sumerjo,
y de la cual emerjo,
convertida en Vida.


María Magdalena Gabetta
Pintura: "Desnudo" de la Pintora Argentina Marta Alvarez (encontrar a esta Artista en Picassonet)

Poema de la Poeta/Escritora Fracasada



Escaparán de mis hojas borroneadas,
poemas repetidos hasta el cansancio,
cuentos sin moralejas, historias cotidianas,
algunas regulares, pocas buenas,
en general muy malas.

Esparciré un morral de relatos inconclusos,
junto a lápices de colores y tizas blancas,
esperando que un hábil niño los recoja
insuflándoles un hálito de realidad
con un final inesperado.

Me reconoceré carente de
no disfrutar del hueco justo
sobre el lomo de un libro antiguo
dónde quepa mi cabeza
y que me inyecte lucidez e ingenio,
ni de encontrar la mano hábil que brinde
firmeza a la escritura, presencia y flama.

También seré culpable de
no encontrar el viejo paraguas anti cursilerías,
ni siquiera el raído diccionario de la lengua castellana,
herencia familiar.

Serán espejo de mi alma atormentada ¿atolondrada?,
encerrada tras los barrotes de la ignorancia,
los versos que colgué de la luna con broches de estrellas.
una noche en que las nostalgias me abrumaban,
una noche de ésas en que esperaba
que un hado me convirtiera
de rana a princesa,
o de neófita a escritora,
infructuosamente.

Juntaré en un frasquito,
gotas del rocío de la esencia de los Maestros,
de ésos que pululan en el mundo
caminan por el conocimiento,
antes que yo,
después que yo,
haciéndome tropezar a cada paso.

Las verteré una a una,
cómo elixir de sabiduría
sobre una blanca hoja,
para que se conviertan en
pequeñas semillas de sapiencia
que golondrinas sabihondas
dispersarán sobre el mundo,
para admiración de las hormigas,
que por fin me aplaudirán admiradas.

María Magdalena Gabetta
Pintura: "Alma Abarrotada 4" de la Pintora Argentina, Adriana Pascucci