Entonces el niño tocó tu rostro
recorrió cada gesto,
cada imperceptible arruga,
cada rictus, cada sonrisa,
reconociéndote madre,
reconociéndote vida,
sabiendo que a tu lado estaba a salvo,
renaciendo después de nueve lunas
y otros tantos deseos enlazados,
de dar vida,
recuperando muerte.
Entonces el niño,
sin saberlo,
supo que había llegado a la tierra prometida,
la que él y otros igual que él anhelaron,
después de esta vida,
antes de esta vida,
y durmió tranquilo entre tus brazos.
Y el niño bebíó tu leche,
y no temió,
supo que era el alimento deseado,
maná del cielo,
alimento de amor,
te adoró madre...
y adoró la vida.
Entonces el niño de pronto era abuelo,
y recordó tus pechos y su frescura,
y fuiste madre nuevamente,
y él fue niño,
recuperando ciclos,
reviviendo....
confiado de tí, seguro en tí,
aprendió a vivir, a pesar de todo,
en tu seno de madre eterna,
de nuevo.
María Magdalena Gabetta
Pintura: "Resurrección" de la Serie "Mandalas" del pintor Argentino, Martín La Spina
4 comentarios:
Un poema tierno y maternal. No tengo hijos por eso cuando leo esta clase de cosas...suspiro.
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Un saludo.
El ciclo de niño a viejo y otra vez niño encerrado en un bellísimo poema.
Bellísimo!!!!
Por que no:)
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