domingo, 7 de septiembre de 2008

El Roble



Esta mañana estábamos desayunando cuando de pronto mi padre dijo que haría talar el roble. Sentí una sacudida de sólo pensar en semejante desatino. No había terminado de decirlo cuando ya lo interrogaba exigiéndole me explicara las causas de esa decisión.

- Tenemos que sacarlo porque ya se está convirtiendo en un peligro y un estorbo, es un árbol muy viejo y lo mejor será que lo saquen lo más rápido posible.
- Pero ... papá... el abuelo – intenté protestar.
- Nada. La decisión está tomada, mañana vendrán los del aserradero.

Sin más palabras salió de la habitación dejándonos a todos asombrados. Mamá siguió con sus labores tratando de distender el ambiente y solamente dejó escapar un profundo suspiro. Yo sentí que los ojos se me nublaban y apreté los puños con furia. No había nada que pudiera hacer para impedir lo que mi padre nos había comunicado, bien sabíamos todos que cuando tomaba una decisión, no se volvía atrás.

Pensé en el abuelo y recordé cuando ya muy anciano y ciego, me pedía que lo acompañara al banco que estaba bajo el roble. Caminábamos despacio hasta allí y acomodaba unos almohadones en el respaldo para que él estuviera más cómodo, luego él se sentaba y con la mano me hacía señas que lo dejara solo.

Yo me alejaba a regañadientes y lo observaba, a veces lo veía gesticular como si hablara con alguien, otras veces lo veía cabecear adormecido. Me mantenía medianamente cerca pero no lo suficiente como para que mi presencia lo molestara.

Si me remonto aún más en el hilo de los recuerdos, veo la imagen de los dos como si fuera en tiempo presente.

- Abuelo, contame del roble – el niño mira al hombre ya entrado en canas que arregla el jardín con paciencia infinita.

El hombre se seca la frente con un pañuelo colorido que saca del bolsillo de su mameluco y sonriendo al pequeño, hace un alto en su labor para contar por milésima vez la historia del roble.

- Cuando era apenas un retoño mi padre lo trajo en una pequeña lata que cuidó durante su largo viaje como si fuera un tesoro. Era un hijuelo de los hermosos robles que había en los bosques cercanos a su casa. Esa lata tenía doble valor para él, en ella estaba parte de su tierra y el árbol que acompañaría su vida en el nuevo mundo.
- Abuelo contame de cuando puso el roble en el jardín.
- Fue el día que nací, ya el retoño había tomado fuerza y mi padre hizo un enorme hueco, allí colocó el roble y la tierra, lo regaba todos los días con las lágrimas de la dicha y las de la tristeza.
- ¿Porque de la dicha y de la tristeza?
- De la dicha porque aquí había formado una familia y de la tristeza por todo lo que había dejado en su tierra. Él nunca quiso hablar de eso y ..... ¿sabés que apenas tenía catorce años cuando llegó a este maravilloso país?
- Sí abuelo, sí – reía el niño – si me lo contaste muchas veces.
- Porque me lo pedís – refunfuñaba el abuelo.

De cuando fui el niño que disfrutaba de sus historias o el adolescente que acomodaba los almohadones, me queda el recuerdo de estar pendiente siempre del abuelo, entre los dos hubo una conexión especial, algo que no pude lograr con mi padre; con el abuelo éramos compinches y lo fuimos hasta el día de su muerte.

- El día que yo no esté acercate al roble y allí me encontrarás– siempre me decía esas palabras como prediciendo su partida. Y realmente así fue. En diferentes oportunidades sentí la necesidad de hablar con él, me sentaba en su banco a la sombra del árbol, cerraba los ojos y su presencia era palpable. Entonces le contaba mis cosas y sentía un enorme alivio. Aún hoy lo hago.

Mi padre tomó la decisión de cortar el roble, mañana vendrán los del aserradero y una parte de nuestras vidas se irá para siempre.

- Este roble fue de mi padre, fue mío, será de tu padre y luego será tuyo, tus hijos y tus nietos también jugarán alrededor de él y quiero que nunca olvides la historia que te he contado para que se la cuentes a ellos – La voz del abuelo me llega nítida y me parece verlo acariciar la dura corteza. No podré cumplir su pedido.

Durante la cena mi padre no habló una palabra. Cuando terminamos, se levantó y salió al patio, lo vi que prendía un cigarrillo y caminando lentamente se acercaba al roble, se sentó en el banco y estuvo largo rato allí. Desde mi ubicación contra el ventanal de la biblioteca no podía distinguir qué hacía, pero me pareció que en algunos momentos movía los brazos como gesticulando.

- Zonceras – pensé, mientras intentaba leer un libro. La lectura me atrapó y por un buen rato olvidé mi preocupación del día. Hasta que escuché la voz de mi padre. Había entrado en la habitación y no me había percatado de ello hasta que habló.
- He cambiado de idea, no sacaremos el árbol – su voz sonó ronca, emocionada. Sin agregar nada más salió de la biblioteca. Lo conozco lo suficiente para saber que nunca volverá a hablar del tema.

Desde la ventana veo que las hojas del roble toman un color plateado bajo la luz de luna.


María Magdalena Gabetta

Pintura: "Amparo", del Pintor Argentino Marplatense, Alexis Ventura.


20 comentarios:

AnyGlo dijo...

Cuánta sensibilidad y belleza en tus palabras Magda!!!

Una historia muy bella que está llena de ilusión, vida y esperanza.

Un abrazo y mi enhorabuena!!

CARLOS PITTELLA dijo...

Disculpame, Magda, pero soy medio cascote para estas cosas, pero creo que te llegara. Hace lo que quieras con mi pagina, no hay ningun drama.
Te quiero decir que, en medio de los quilombos, nunca me olvide de vos. Cuando pasen Pecados Ajenos, mirala y, cuando veas al cura, sabras quien soy. Un sobe a vos y otro a tu vieja.

Naerma

¿Qué es naerma, al vesre, por supuesto?
Leela al vesre y te sale “hermana”.
Te lo bato sin versos, sin macanas,
y te juro que juno mucho de esto.

Yo tengo un argumento, por ejemplo:
Naerma es una mina bien polenta
que dice lo que los chomas no dicen
y es fija que su palabra bendice

Porque te bate la posta, sin penas,
Su pluma es de María, pura magia,
es una diva: se morfa la escena,

En el tocuen la nami tiene veta,
con sólo decir María no basta:
Es Gabetta, María Magdalena. ©

maría magdalena gabetta dijo...

Gracias Any porque siempre estás, firme y leal en tus lecturas,y a vos Carlos ¿qué puedo decirte? que sos un amigo genial y un poeta más genial aún, siempre me sorprendés y emocionás. Un abrazo a ambos. Magda

Beto Brom dijo...

Como amante perdido de la naturaleza, tengo un rinconcito especial para los árboles.
Tu pequeña historia mostró la unión lograda entre las generaciones. Un detalle más de los poderes de aquellos.

Me gustó y mucho.

beto

Lo que este blog se llevo dijo...

Esto lo escribí el 10 de agosto de 2005, día de mi cumpleaños. Lo comencé triste porque, lo primero que vi en un sitio de esta blogósfera (¿o blogosfera, sin acento?), fue la queja de mi naerma, que lamentaba que no tenía muchos lectores. Y no encontré manera mejor para consolarla un poco que escribiéndole esto. Y lo reproduzco ahora, como corolario de una de sus tristezas, tal vez heredada de su abuelo y el roble.

Para María Magdalena Gabetta, naerma en las letras y en la ausencia, mi ausencia.

Espera…

Si tienes un centenar de lectores
y solo diez te hallan diferente,
no lograste noventa displicentes,
sino que conquistaste diez amores.

Los muchos, los que fabrican clamores
(el gran defecto de la Democracia)
no impulsan ningún cambio, por desgracia,
sino que son manada, seguidores.

Todo lo cambiante, querida hermana,
no es obra de ninguna mayoría,
es fuerza que del solitario emana,

que lucha, que razona, que porfía:
Bendice que por tí una voz clama…
que los muchos te aclamarán un día. ©

Mango Hill – Hialeah
Miércoles 10 de agosto de 2005
1:55 a.m.

maría magdalena gabetta dijo...

Carlos, entré a ver los comentarios y sigo sorprendiéndome de tu maestría para escribir. Está hermoso!!! Gracias otra vez. Un abrazo. Magda

Anónimo dijo...

El roble, árbol de fuerza, nobleza y sabiduría.
Para mí representa la esencia del tiempo en su quietud. Y veo que es ésto lo que habéis salvado de la mutilación y la tala.
Enhorabuena por el relato y por tú resistencia pasiva ante la destrucción, es ésto lo que le salvó, y lo que tu padre en silencio supo agradecerte.
Un abrazo Magda.

Ameba dijo...

me enkato tu historia komo siempre un placer leerte :) besos

Anónimo dijo...

Otro enhorabuena más para tu historia.
Me alegro de que ese roble no haya sido cortado y hecho leña.
Un beso.

Sonia Antonella dijo...

Me he emocionado leyéndote...sabes?
aquí en mi tierra son muy escasos los árboles...y siento la misma impotencia tuya cuando veo que los talan...dicen que es porque sus raices dañan las casas,y claro ellas no pueden hundirse en la árida tierra de este inmenso desierto.
Me alegra que ese padre haya recapacitado.


besitos
Sonia

Rosario Sánchez Cubelo (Gadeira) dijo...

Hermosa historia amiga, magníficamente bien narrada. Te haces grande por día Magdalena, creces y creces. Conocí tus principios, adolescentes textos aquellos los de hace tan sólo unos años. Eres tenaz, luchadora,humilde, amas la palabra con la misma intensidad como amas cuanto te rodea; la aprendiz de poeta se hizo maestra...y habitó entre nosotros. Te amo cuando acudo de inmediato a tus textos y cuando la vida me ausenta. Precioso tu roble.Gadi.

María Susana dijo...

Querida Magda:
Siempre uno lee lo que necesita, tu cuento me nubló los ojos, llegó a mi alma. Soy hija de inmigrantes, mi padre ha dejado plantados montones de frutales que he visto nacer de semillas, en cada uno de ellos está su dedicación, su amor, sus cuidados, su esfuerzo. Hacía al menos siete años que no los veía y justo este fin de semana, al reencontrarme con ellos, creí sentir allí la presencia de mi padre ausente, entre la vida de los colores, flores y fragancias de la primavera. Es evidente que se trasciende al plantar un árbol y cuánto más con un roble. Gracias Madga. Susana(compromiso)

El jardinero de las nubes dijo...

Tu arte es sumamente emocionante. Te agradezco en el corazón estas visiones de la madre naturaleza.

Catalina Zentner Levin dijo...

¡Magda! Me mata este tango con el que me recibes en tu Blog.
Gracias por tu visita, ya te pongo en mis Enlaces, así te tengo cerquita.

Abrazos,

Laura dijo...

Magda qué hermosa historia, como siempre me pasa con tus letras...me dejan pensando y a veces hasta añorando. Esta historia tuvo mucho de lo segundo. Besos

Anónimo dijo...

No había pasado por tu página desde hace algún tiempo. Pero al leer tu poema fuego en el viento en letras kiltras, decidí verla inmediatamente. Me encontré con esos cuentos maravillosos que escribiste como lo del Roble, hasta me puse enojado porque el padre quería matar de un solo golpe no solo la tradición si no la esperanza eterna que representa el árbol. Besos Arturo

lanochedemedianoche dijo...

Qué bello Magda… es sentir que la vida regreso al patio de la casa con sus recuerdos junto al añoso roble, es saber que nunca será cortado, fenecerá con la tierra junto al hogar, felicitaciones por tan hermoso trabajo.

Besos

Rosario

lanochedemedianoche dijo...

Qué bello Magda… es sentir que la vida regreso al patio de la casa con sus recuerdos junto al añoso roble, es saber que nunca será cortado, fenecerá con la tierra junto al hogar, felicitaciones por tan hermoso trabajo.

Besos

Rosario

Jo Libud dijo...

He paseado por tu blog y me han parecido muy intersanes y amenos tus textos.
Te invito a recorrer mis letras Http://blog.montevideo.com.uy/contando
Un abrazo.

Simetha dijo...

No tengo idea como llegue aquí, pero me alegro tanto de haberte encontrado Magda, pues, tus textos siempre tienen algo que suavizan la existencia, por cierto, soy titiyo: aquella de grupo buho. DEjo mis saludos.

Alles Liebe
^^(°°)^^