viernes, 9 de octubre de 2009

El Ciego en la Esquina






Todas las noches paso frente al ciego que dormita en la esquina opuesta a mi casa. Hoy, como lo hago a diario, dejé en sus manos un sándwich comprado en el kiosco de la cuadra anterior.

- Buenas noches Froilán, que le aproveche.
- Gracias señorita.
- Cúbrase bien que hará mucho frío.
- Gracias mi niña, los vecinos me han alcanzado suficiente abrigo para mí y mi compañero – responde haciendo alusión a su perro.

Soy una total idiota sentimental y no podría dormir sabiendo que el buen hombre pueda tener hambre o frío. No entiendo como no está en un refugio, de ésos que sostienen los politicastros de la ciudad, para atemperar su conciencia.

El ciego tiene sus petates contra la persiana de un negocio cerrado hace años y se ubica al amparo que le prodiga una amplia marquesina del antiguo edificio. Unos enormes cartones que coloca estratégicamente, lo protegen del aire helado de la noche

Cruzo la calle y rápidamente ingreso a casa; enciendo las luces mientras arrojo sobre un sillón el abrigo y la cartera. Me recibe el silencio.

Voy hasta el dormitorio en búsqueda de mis desflecadas chancletas. Las adoro y tendrán que desarmarse íntegras antes de que las suplante por unas nuevas.

La casa está cálida y recién ahora percibo mis manos heladas. Corro la cortina del ventanal y observo a Froilán compartir con su amigo el sándwich que acabo de dejarle.

Me doy cuenta que esta noche estoy más sensible y algo triste, seguramente será el cansancio de un día de corridas.

Me preparo un café y prendo la radio. Algo de música me vendrá bien. El teléfono permanece mudo, ignora mi presencia. No hay quien me llame ni tengo a quien llamar. Me bañaré y acostaré ¿qué otra cosa puedo hacer?

Mientras bebo el café regreso a la ventana, Froilán ya terminó su cena y envuelto en sus mantas se apoya contra la persiana, una brasa brilla en la oscuridad. Veo al perro que se introduce entre las mantas.

Dejo la taza en la mesada, mañana la lavaré. Mañana también me bañaré, estoy cansada. Apago la radio. Siento una extraña opresión en el pecho. Entre el ciego y yo no hay diferencias, o sí, él tiene a su fiel compañero.

Sin pensarlo preparo una buena cantidad de café que vierto en un termo, me pongo el abrigo y busco un acolchado y cigarrillos. Decidida y en chancletas, salgo y cruzo la calle.

María Magdalena Gabetta

Pintura: "Tengo Frío" de la Pintora Española Andrea Arco Blanco

5 comentarios:

bibliotecaria dijo...

Muy lindo tu relato amiga. Y también tu blog. Mucho contenido. Saludos

(Tengo un problema con google que no me permite "seguir" blogs amigos)

Pablo Kieffer dijo...

Magda, que lindo encontrarte ché, me gusta mucho tu poesía, además somos amigos, te agradezco la visita reinita, soy tu seguidor también, te visitaré todas las veces que pueda, un gusto leerte, lo que contas a tu manera con tanta ternura, me pasó una noche antes de navidad, y sabés, así conocí a mi abuelo postizo, una noche como la que contás en tu relato, ahora somos como sopapa y caño tapado, jajaja, besos mil reinita y un ramo de rosas!!!

Ingrid dijo...

ah que triste, y pensar que esto ocurre de verdad, te dejo un besito Magda, me encantó leerte.

Tony Amesty dijo...

Un relato triste coma la vida misma.....la realidad vive en la calle.

Un abrazo

Anónimo dijo...
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