domingo, 31 de octubre de 2010

Se fue un Hombre





A veces una persona se va
y no deja nada tras de sí,
otras veces, una persona muere,
y lo acompaña el dolor de sus familiares y amigos,
otras veces, las menos,
el dolor y congoja de muchos
se hace presente en forma espontánea y sorpresiva,
- para muchos otros –

Se fue un hombre,
un ser humano con sus aciertos y sus errores,
con su ímpetu y también con sus dejadeces
- todos las tenemos –
con sus convicciones y sus luchas,
- no todas acertadas –
pero que produjeron un cambio
- innegable incluso a quienes lo repudiaban –

Se fue un hombre que admiré desde lejos
y que sentí cerca, muy cerca.
Un hombre a quien le preocuparon las mismas cosas
que siempre me preocuparon,
y que en su corto tiempo trató de cambiar,
y que algunas cambió, otras quedaron,
para los que continúan su camino.

Un hombre que tocó sin miedo
oscuros entramados de poder económico
arraigados con el tiempo,
y que reconoció a los pobres como iguales,
a sus hijos como argentinos
y a sus mujeres como madres.
y que nos hizo pensar
- a algunos –
que aún había esperanzas, que aún podíamos
tener un futuro digno y diferente,
para todos.

Un ser humano se fue y algunos
- no yo, no mis iguales –
festejaron como el triunfo nefasto
de quienes no podían enfrentarlo en vida.
triste triunfo, si es que existen triunfos,
cuando se acalla una voz diferente
por la muerte y no por la palabra y el pensamiento justo.

Se fue un hombre amado por muchos,
repudiado por otros tantos,
se fue un sembrador de sueños,
y nosotros ….
- los que lo amábamos –
debemos cosechar y volver a sembrar
por la dignidad, que muchos,
habíamos sepultado.


María Magdalena Gabetta
Pido perdón a mis lectores por no subir una pintura para ilustrar este poema, creo que esta foto merece ese lugar

Maná del Cielo





Miro embelesada
la tinta negra que dibujan las letras,
las letras que forman las palabras,
las palabras que construyen el verso,
los versos que nacen en poema
irracionalmente cautiva, me siento inmersa,
fatalmente superada
por el mágico ingenio del poeta.

Indiscreta, ingreso por el sendero
que sus letras me perfilaron
hasta lograr vislumbrar su centro vital,
seduciéndome con su inspiración.

Esa luz que desprende su razón
me baña en cálidas secuencias
convirtiéndome en partícipe de su ensoñación,
aunque solo soy una mera espectadora
que de sus palabras se alimenta

Maná del cielo,
su lluvia inspirada mi alma limpia,
mientras mi ávida mente se alimenta,
golosa insaciable,
de sus idealizadas historias.

Entonces río o lloro,
me estremezco, me apasiono,
me elevo y me hundo con sus sentimientos,
deslumbrada por su luz interior,
enceguecida, obnubilada,
porque no hay algo más bello
que calcinar mis ojos
en el fuego inmortal de sus letras.



María Magdalena Gabetta



Pintura:"Floralia" del pintor mexicano Alfredo Zumaya (extraída de la red y a la espera de la aprobación del pintor)

domingo, 24 de octubre de 2010

Otoño anticipado




Siento el crujir de secas hojas
bajo mi paso
en este otoño anticipado,
con este frío interior no deseado,
con esta muerte de palomas,
con este emigrar de golondrinas,
sin aviso previo.

Oscuro el sol se ríe
de este frío interior que me supera,
reservando sus luminosos rayos
para otros corazones más cálidos.
mientras la luna me esquiva
en su ronda nocturna
cuando la incertidumbre
y la angustia me asaltan
desvelándome entre sollozos.

Largas horas.
Luengos días.
Eternas noches.
El reloj me asalta sin piedad
y se muere en el minutero,
víctima de una agonía cruel,
sin aceptar médicos de cabecera
ni pócimas mágicas que lo revivan.

Mi piel se sacude turbada
por temperatura encontradas,
entre la exterior que la calcina
y la interior que la congela,
en este tórrido verano
con otoño anticipado.


María Magdalena Gabetta
Pintura: "Danza de las hojas" de la pintora argentina, Elsa Bouza Campos

jueves, 21 de octubre de 2010

El árbol de los imposibles




- Regresará.

- ¿pronto?

- No lo sé, seguramente después de encontrar el árbol.

- ¿Los que buscan el árbol regresan siempre?

- Si lo encuentran sí, hallar el árbol les devuelve fuerzas y alegría.

- ¿quien fue el primero?

- Ya lo has escuchado muchas veces.

- Mamá, porfi, quiero escucharlo de nuevo- rogó la niña.


El abuelo había partido hacía dos días, lo había hecho sin despedidas, desde entonces Clarita no dejaba de preguntar por él. Larisa intuía que había ido tras una leyenda.

“Hace muchos años” – comenzó Larisa, resignada – “en una granja igual a ésta, vivía una niña con su madre y su abuelo; el abuelo que era muy anciano, sentía temor que llegase el día en que no podría cuidar más a su familia; apenas tenía fuerzas para realizar sus tareas o ir hasta el bosque a buscar leña para calentar el hogar.

Todos los días rogaba porque ocurriera un milagro, temía morir y dejar solas a su nuera y su nieta. Sabía lo que ellas necesitaban de su apoyo desde que su hijo partiera a la guerra.

Un amanecer, caminando por el bosque en busca de la preciada leña, a un costado de “un árbol caído” encontró un pequeño retoño dorado, sorprendido se acercó y agachándose tocó las brillantes hojas sin poder creer lo que veía, el retoño parecía ser de oro. Aún no había salido de su estupor cuando escuchó un carraspeo a sus espaldas, al darse vuelta se encontró frente a un gran oso negro.

Aterrorizado no supo que hacer; en ese instante por su mente pasaron las dos mujeres y sintió un dolor agudo al pensar que no las vería más. Durante varios minutos permanecieron mirándose, estudiándose, hasta que al fin, para su mayor sorpresa, el oso habló.


“Hombre, no temas, hace tiempo que te estoy esperando, a partir de este momento tu serás el guardián del Árbol de los Imposibles, deberás limpiar su entorno de malas hierbas, retirar los bichitos de sus hojas y realizar todas las tareas de un buen jardinero para que crezca fuerte y a su sombra puedan ampararse todos los puros de corazón que busquen consuelo a su dolor; en pago por ello, recobrarás tu salud y podrás atender las necesidades de tu hogar hasta que ya no necesiten de tu presencia; entonces llegará un nuevo guardián que ocupe tu lugar porque también él habrá rogado con fervor solución a sus problemas.

Y así fue; el anciano vivió muchos años más, se sentía fuerte y sano, acompañó y cuidó su familia hasta que su hijo volvió de la guerra; entonces el anciano supo que era hora y se dirigió al bosque a encontrar a su reemplazante”.

Cuando terminó el relato, notó que la niña se había dormido, con ternura la levantó en brazos para llevarla hasta su cama, en ese instante, al mirar por la ventana, vio al abuelo que abría la puerta del jardín, caminaba erguido y con una enorme sonrisa. Había regresado a casa.


María Magdalena Gabetta



Pintura: "Calidez en el Bosque" del pintor argentino, Martín Carrique

lunes, 11 de octubre de 2010

Halagada por las sombras


Ya no soy un vórtice de sentimientos,
ni un sonido de guitarra,
ni siquiera un poema tirado en el cesto,
que arrugaron unas manos,
en un espasmo de ingenio.

Desveladas madrugadas
me encuentran solitaria,
y una paloma gris se despereza
en el alfeizar de la ventana,
prediciendo partidas
hacia un destino incierto..

Invento arcoíris entre las nubes,
o disparo bengalas multicolores,
para que me encuentre la luz,
pero sólo consigo pequeñas gotas,
que se dispersan sin rozarme
mientras me arrumbo en las sombras,
que reclaman mi presencia,
hechizándome con sus halagos.

No inspiran mis ojos al poeta,
ni mi aroma trae el recuerdo
de pieles húmedas de pasión,
me desconozco, diluyéndome incolora,
apenas una brizna del universo

Encuentro un punto fijo,
inverso a mis anhelos,
cercano a mi realidad,
dónde las sombras de otras sombras
me amparan piadosas,
mostrándome una apertura
a un espacio diferente,
y descubro, liberada al fin,
que aún en las sombras,
existo.


María Magdalena Gabetta
Pintura: "Ex Umbra In Solem" (desde la sombra a la luz) de la pintora argentina, Mercedes Fariña

domingo, 10 de octubre de 2010

El Caracol

De ese roto y desgastado caracol
que el mar depositó en mi playa
rescato susurros de otras playas,
risas de niños...
sonidos de besos....
voces de poetas...
cantos erráticos de
enamorados suicidas .
Rescato barriletes
y fogatas de leños crepitando
al ocaso
o apagándose entre suspiros
al amanecer

De ese roto y desgastado caracol
que apoyo en mi oído
rescato tu voz
a través del hilo de un teléfono
marino
que me invade en olas
y me eleva en sus crestas
hasta depositarme en la playa
de tus sueños
convertida en fina arena
deslizándome entre tus dedos.

De ese roto y desgastado caracol
rescato el sonido de alas surcando
el infinito
ángeles que acercan sus rostros
de pinturas del medioevo
y acarician mis oídos
mientras mi alma se evade
entre las espirales del caracol
convertida en sonido
en busca de oídos que quieran
escuchar la melodía
que se eleva sutil
como un arpegio de vida


María Magdalena Gabetta


Pintura: "Imagine" de Liz Hentschel

domingo, 3 de octubre de 2010

La Dorotea




En la habitación sólo se escuchaban los quejidos de “la Dorotea” y las órdenes de la comadrona. La mujeres corrían silenciosas, con ollas de agua hirviente y toallas blancas.

Los quejidos eran tapados por la algarabía del exterior, ecos de los que llegaban al corso. La mayoría en carruajes o caballos que dejaban atados a palenques antes de ingresar al centro del poblado.

Dorotea era la hija huérfana de quienes en vida fueran puesteros en la Estancia de los Hernández. La “Señora” se apiadó de la niña llevándola a vivir a la casona que su difunto esposo había erigido en el poblado, una enorme mansión con reminiscencias victorianas que había diseñado y amoblado un gran arquitecto de Buenos Aires.

Allí la Dorotea fue una “criadita” más; tuvo techo y comida, pero no cariño.

Cuando la niña cumplió diez años ya ayudaba en la cocina y a los catorce trabajaba a la par de las otras criadas. Creció fuerte y musculosa. Tenía la belleza agreste de las flores del campo y en su cuerpo la elástica firmeza del puma que merodeaba en el monte.

A pesar que nunca recibió palabras de afecto, la joven respetaba a esa viuda enérgica que manejaba con mano férrea las posesiones de los Hernández. Su único hijo, Luis, era un perfecto imbécil, un parásito que sólo sabía gastar dinero y que pasaba la mayor parte de su tiempo haciendo vida de "niño bien" en Buenos Aires; una carga más para su madre.

Cuando Luis contrajo matrimonio con una apática y enfermiza joven de la sociedad porteña y se trasladaron en forma definitiva a la mansión materna, las cosas empeoraron. Un halo de tristeza envolvía constantemente la casona y los silencios en la mesa familiar eran densos. El hombre mostraba su descontento y la anciana veía peligrar su descendencia. La joven esposa era estéril.

La Señora era consciente de las miradas lujuriosas de Luis sobre Dorotea y en su mente, comenzó a germinar una idea, algo que no era ajeno a las costumbres de la época, algo que muchas familias utilizaban para asegurar su poderío y descendencia.
Su propio padre lo había hecho hasta conseguir el hijo varón que su madre no le brindaba ¡quien sabe cuantas hermanas y hermanos bastardos tendría!

Hubo reuniones familiares, llantos y palabras fuertes. La débil esposa tuvo que acceder a la implacable decisión de su suegra y el hombre vio la posibilidad de saciar su apetito carnal. Nadie preguntó a “La Dorotea” su opinión.

El nacimiento del heredero de los Hernández sucedió la primera noche de Carnaval de ese año de 1826 y unos pocos días más tarde, un carruaje se alejó de la señorial casona llevando en su interior a una pálida Dorotea hacia el lejano convento dónde viviría el resto de sus días.



María Magdalena Gabetta
Pintura: "La casa de los Quinteros" del pintor uruguayo, Pedro Blanes Viale

Obra Perfecta - Primer Canto




Dejó un ángel las lágrimas de sus ojos
deslizarse desde el infinito hacia la tierra,
y las flores brotaron de la piedra
abriendo presurosas sus pétalos
para empaparse de agua divina.

De cada gota de rocío
que la flor recogió en sus pétalos
beberé sedienta el elixir sagrado,
mientras escucho los acordes
de una música gloriosa
que se eleva in crescendo en el aire,

Un querubín inquieto tomó
un juego de pinceles
y pintó su mejor obra.

Natura resplandeció en colores.

Si de cada cosa que admiro y me rodea,
puedo retener por siempre en mi memoria,
su imagen, su sonido o su aroma,
alcanzaría la esencia pura de la vida,
permitiendo a mi alma regocijarse,
de la generosidad divina.

Recostado en una nube,
otro ángel creó su mejor partitura,
y todo lo silencioso desapareció
al escucharse la música de Natura...


En demasía se prodigaron dones
sobre esta tierra.

Por ello ansío la lágrima del ángel,
que me empape de sabiduría,
y así broten desde la piedra,
palabras bellas.


Pido se abran mis ojos y mis oídos.
para absorber una minúscula parte
de la obra perfecta que me rodea,
y poder así bajo el ímpetu sensorial,
que tanta belleza en mí despierta,
restituir parte de lo que recibo,
con mis humildes letras.



María Magdalena Gabetta


Pintura: "Bosque con Girasoles" del pintor ecuatoriano Julio Peña Tomalá