Todas las mañanas voy hasta el puerto con la esperanza de verla regresar y todas las mañanas vuelvo hasta el rancho con la desilusión a cuestas y con el temor de que ella sólo hubiese sido un sueño más en mi vida, uno de los tantos sueños que siempre me acompañaron entremezclándose con la realidad, hasta un punto tal, que no puedo discernir cuando vivo la realidad o cuando vivo un sueño.
- Estás loco José – Ramón no se calla, me sacude y me reprocha cuando nos juntamos en el bar del Gordo García– estás loco viejo, esa mujer te secó el cerebro y ya no podés razonar, mirate, estás hecho una piltrafa, ¿cuánto hace que no comés una comida decente? y lo peor..¿cuánto hace que no dormís?
Ramón no entiende que para mí comer es sólo tragar algún sanguche mugroso y dormir no me interesa, no quiero dormir, tengo miedo de dormir y no verla en mis sueños.
El agua golpeaba las chapas del rancho cuando María llegó empapada de la calle, los zapatos chuecos y mojados, el pelo pegado al rostro y la mirada con agua también, pero de lágrimas.
- Me voy José – así sin anestesia, una estocada directo al corazón – me voy en el barco que pasa mañana, no aguanto más la porquería de vida en este pueblo, no aguanto más tus sueños sin concretar ni tu amor servil.
- No te vayas – se lo pedí sin fuerzas, sabía que se iría aunque la atara, aunque la matara, se iría igual, estaba harta y yo lo sabía desde hacía tiempo.
Juntó sus pocas ropas, menos de las que había traído cuando se vino conmigo, cuando me amaba y tenía ilusiones de una buena vida juntos, cuando no imaginaba la miseria que sería mi único pago. A la mañana se fue, bajo el agua, empapada y yo me quedé llorando sobre mi vaso de grapa.
Todas las mañanas voy al puerto, sobre todo los días de lluvia, si la lluvia se la llevó, la lluvia debería traerla de regreso, pero siempre vuelvo con el alma embarrada.
Hoy Ramón me dijo que la habían visto en la ciudad del otro lado del río, iba del brazo de un hombre y llevaba de la mano a una niña, dice que iba vestida como toda una señora y que reía feliz. No le creo, ella volverá, lo sé, por eso mañana volveré al puerto, a esperarla.
María Magdalena Gabetta
Pintura: "Herrumbre" de la Pintora Argentina Laura Medina
Este cuento fue publicado en la Revista En Sentido Figurado