jueves, 24 de mayo de 2007

Historias de Barrio (* del año de ñaupa)





En la esquina me espera “la barra”, el grupo se reúne todas las noches bajo la luz del farol que la comisión vecinal de este barrio de la periferia porteña catalogó ampulosamente como “iluminación barrial” y que apenas tiene más fuerza que una luciérnaga.

Catalina y Beatriz (hasta hace apenas un año atrás, Cata y Beba) están con los muchachos charlando animadamente. Mi sobrenombre era peor que el de ellas. A mí me habían apodado “**Firpo” por mi afán de trenzarme a puñetazos con los chicos del barrio, para defenderme o defender a mis amigas, que eran unas lloronas. Pero desde que subí a mis primeros tacos los amenacé con destrozarlos si a partir de ese momento no me llamaban por mi nombre. Entonces pasé a ser Susana o Susi, lo cual no me molesta para nada.

Antes de lograr salir para charlar un rato con mis amigos, tuve que acomodar y limpiar la cocina, dejando todo en orden. Previamente hice una cena liviana para mi mamá y para mí, ella apenas probó bocado, está muy cansada, se exige para terminar una costura que debe entregar sin falta mañana para la fiesta de compromiso de la hija del Dr. Cuesta. Un precioso vestido de seda que sobre la escultural señorita lucirá muy atractivo.

Cuando le dije a mamá de ir un ratito a charlar con los amigos antes de acostarme, no tuvo inconvenientes. Es ya una costumbre que los chicos de la cuadra nos juntemos en la esquina después de cena. También como era costumbre desde que había cumplido los dieciséis años, sin levantar la cabeza de su labor, mamá no dejó de recordarme que antes de las diez de la noche debía volver a casa.

- No está bien que una chica decente ande hasta más tarde en la calle – agregó. Pero yo ya no la escuchaba.

Me había arreglado el cabello con una cola de caballo, bien tirante, sostenida con una cinta roja que despejaba mi rostro haciendo más grandes mis ojos y, sabiendo que mamá estaba entretenida con su trabajo, aproveché para pintarme los labios con el lápiz labial que me regaló Paula, mi compañera de estudios en la Academia de Mecanografía de la Señorita Pérez.

La barra en la esquina me recibió alborozada.

- ¡Por fin Susi! ya nos extrañaba que no llegaras – dijeron las chicas entre risitas. Los muchachos se mantenían mas serios, eran los “hombres” los que estaban allí para cuidarnos, pero también y, todas lo sabíamos, para conquistarnos.

- Hoy mi viejo me regaló dos pesos para que este fin de semana lleve a Clarita al cine – dijo Andrés muy entusiasmado, mientras Clarita enrojecía. Sabíamos que se querían desde siempre, pero recién hacía unos meses habían empezado a “noviar”. Todos los envidiábamos un poco. Eran los primeros del grupo que se habían decidido. Y no estaba mal, por el contrario, Andrés ya tenía dieciocho años y Clarita cumpliría diecisiete pronto.

- Son dos chicos – había dicho mi madre – ni se te ocurra querer ponerte de novia con un mocoso, acá traé un hombre hecho y derecho, un hombre de buen pasar, no un nene de pañales que trabaje ayudando al padre.

Mi mamá siempre tiene la misma cantinela, sueña que yo seré la salvación de las dos pero.... ¿dónde voy a conocer un candidato como ella quiere? No en los bailes de barrio precisamente, ni entre los amigos de “la barra” con los que nos conocemos desde que nuestras madres nos paseaban en cochecito.

Mamá y yo quedamos solas desde que mi papá falleció. En verdad casi no lo recuerdo, aunque ella me habla de él todo el tiempo.

- Para que no lo olvides Susana – dice y no puede contener las lágrimas aunque ya pasaron más de diez años desde su muerte.

Pero la mamá de Clarita está contenta por su hija, es una señora muy modesta. Además vive el papá que trabaja en el ferrocarril y son varios hermanos. Para su madre es una tranquilidad pensar que con suerte en un par de años pueda casar a la mayor, si no antes.

-Andrecito es un buen muchacho - cuenta a todo aquél que quiera escucharla en la Feria donde atiende un puesto de verduras – ayuda a su padre en la carnicería y el padre dice que cuando se retire se la dejará a él y eso es una garantía, mi hija estará bien

Al margen de si a mi mamá no le gusta Andrés y a la madre de Clarita sí, ellos son felices, están todo el tiempo a los suspiros mirándose a los ojos y agarraditos de la mano, mientras nosotros fingimos no darnos cuenta, cuando disimuladamente Andrés le da un tímido beso en la mejilla.

Clarita nos contó en secreto que juramos mantener de por vida a riesgo de caer en el infierno, que Andrés ya en una oportunidad la besó en la boca ¡qué envidia! ¿cómo será? ¿qué se sentirá? mi corazón se desboca de sólo pensarlo.

En la esquina hoy también está Jorge, el primo de Carlitos, el que está haciendo “la colimba” en Plaza de Mayo, un muchacho de Córdoba de mirada dulce y sonrisa generosa. Cada vez que tiene franco viene a casa de sus tíos y nosotras podemos coquetear con él. A mí me gusta mucho Jorge, demasiado.

Carlitos dice que el padre del “cordobés” es doctor y de una familia de alcurnia de Córdoba, que se enamoró de su tía Laura cuando hacía, como hoy su hijo, el Servicio Militar en Campo de Mayo y se habían casado aunque la familia de Córdoba no estaba muy contenta con una piba tan humilde.

- Ojalá a Jorge le pase igual – pensé – ojalá se enamore de mí.

Hace un tiempo que el “cordobés” busca la forma de quedar a mi lado y yo me siento feliz por su atención, aunque me molestan un poco las risitas de mis amigas. Hoy se agachó hasta quedar casi a mi altura y me dijo unas palabras al oído que para mí sonaron como música de ángeles.

- ¡Qué bonita te queda esa cinta roja en el pelo Susi!

Los otros que conversaban y se reían, haciendo planes para ir el domingo a la tarde al parque de diversiones, no se percataron de nada. Sentí que mi pecosa cara se tornaba roja como la de Clarita cada vez que su novio le dice algo en voz baja.

Durante el resto de la charla estuve en las nubes, tanto que casi se me pasa la hora límite impuesta por mi madre. Cuando me di cuenta salí corriendo, gritando apenas un “chauuu, hasta mañana”.

Carlitos ni lerdo ni perezoso, me gritó mientras yo corría - Chau Susi, decile a tu mamá que el domingo a la tarde vamos todos al parque, que te deje ir, no nos fallés. Estoy segura que lo dijo incitado por su primo, porque todas sabemos que a Carlitos le gusta Beba.

Turbada y mientras escuchaba la risa cómplice de mis amigas, corrí la media cuadra que me separaba de casa.

Abrí y cerré la puerta sin mirar atrás y más rápida que ligera me dirigí al baño antes que mamá se percatara de mi pintura de labios. Pobre mamá, seguramente trabajará hasta la madrugada. Quisiera ayudarla trabajando, pero no me deja. Dice que yo estoy predestinada para otras cosas. Predestinada o no, apenas termine mis estudios de mecanografía, buscaré trabajo en alguna oficina y tendrá que aceptarlo.

El corazón me late con fuerza pensando en el domingo, quizás pase algo más. Estoy asustada. ¿y si me pide ser novios? Ah...... ¡qué vergüenza! Pero.... no... vergüenza no, no debo sentirla, ya soy una señorita......¡eso sí! Si me dice de ser novios le diré que debe pedirle permiso a mamá........ Seguro que a ella le va a gustar ......¿y si no le gusta?.....Noooo, le tiene que gustar, es todo un hombre, está en el Servicio Militar y además Carlitos nos contó que su primo estudia en Córdoba, que va a ser doctor como su papá. Ayy virgencita, ayudame, no me abandones, que si me pide ser novios no me dé vergüenza y que además mi mamá no me lo prohíba.

- Esta noche no voy a poder dormir – pienso, mientras hago gestos con cara de mujer fatal a mi imagen en el espejo.

María Magdalena Gabetta


* Del año de Ñaupa: Argentinismo, que significa "de muchos años atrás".
**Firpo: alusión al boxeador argentino Luis Ángel Firpo, apodado "El toro salvaje de las Pampas" (1894-1960)
Pintura: "Caminito" de la pintora Argentina, Cristina Martin

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