jueves, 21 de octubre de 2010

El árbol de los imposibles




- Regresará.

- ¿pronto?

- No lo sé, seguramente después de encontrar el árbol.

- ¿Los que buscan el árbol regresan siempre?

- Si lo encuentran sí, hallar el árbol les devuelve fuerzas y alegría.

- ¿quien fue el primero?

- Ya lo has escuchado muchas veces.

- Mamá, porfi, quiero escucharlo de nuevo- rogó la niña.


El abuelo había partido hacía dos días, lo había hecho sin despedidas, desde entonces Clarita no dejaba de preguntar por él. Larisa intuía que había ido tras una leyenda.

“Hace muchos años” – comenzó Larisa, resignada – “en una granja igual a ésta, vivía una niña con su madre y su abuelo; el abuelo que era muy anciano, sentía temor que llegase el día en que no podría cuidar más a su familia; apenas tenía fuerzas para realizar sus tareas o ir hasta el bosque a buscar leña para calentar el hogar.

Todos los días rogaba porque ocurriera un milagro, temía morir y dejar solas a su nuera y su nieta. Sabía lo que ellas necesitaban de su apoyo desde que su hijo partiera a la guerra.

Un amanecer, caminando por el bosque en busca de la preciada leña, a un costado de “un árbol caído” encontró un pequeño retoño dorado, sorprendido se acercó y agachándose tocó las brillantes hojas sin poder creer lo que veía, el retoño parecía ser de oro. Aún no había salido de su estupor cuando escuchó un carraspeo a sus espaldas, al darse vuelta se encontró frente a un gran oso negro.

Aterrorizado no supo que hacer; en ese instante por su mente pasaron las dos mujeres y sintió un dolor agudo al pensar que no las vería más. Durante varios minutos permanecieron mirándose, estudiándose, hasta que al fin, para su mayor sorpresa, el oso habló.


“Hombre, no temas, hace tiempo que te estoy esperando, a partir de este momento tu serás el guardián del Árbol de los Imposibles, deberás limpiar su entorno de malas hierbas, retirar los bichitos de sus hojas y realizar todas las tareas de un buen jardinero para que crezca fuerte y a su sombra puedan ampararse todos los puros de corazón que busquen consuelo a su dolor; en pago por ello, recobrarás tu salud y podrás atender las necesidades de tu hogar hasta que ya no necesiten de tu presencia; entonces llegará un nuevo guardián que ocupe tu lugar porque también él habrá rogado con fervor solución a sus problemas.

Y así fue; el anciano vivió muchos años más, se sentía fuerte y sano, acompañó y cuidó su familia hasta que su hijo volvió de la guerra; entonces el anciano supo que era hora y se dirigió al bosque a encontrar a su reemplazante”.

Cuando terminó el relato, notó que la niña se había dormido, con ternura la levantó en brazos para llevarla hasta su cama, en ese instante, al mirar por la ventana, vio al abuelo que abría la puerta del jardín, caminaba erguido y con una enorme sonrisa. Había regresado a casa.


María Magdalena Gabetta



Pintura: "Calidez en el Bosque" del pintor argentino, Martín Carrique

1 comentario:

Antonio Martín Bardán dijo...

Gracias, María Magdalena!
Me ha encantado la historia, y el cuadro de Martín Carrique es precioso, hasta mágico, en el mismo tono que tu cuento.

Un saludo.

Pd.: (nos conocimos hace tiempo en LK)